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Memorias IREC

¿Cómo podemos considerarnos muertos al pecado?

El pecado viene de los deseos que están ocultos en el cuerpo. La tentación despierta al pecado, pero no debemos dejar que el pecado reine. Justo en el momento en el que vemos que un deseo (pecado) se levanta, tenemos que considerarnos muertos al pecado.

Solo así dice el apóstol Pablo, podemos vivir una vida victoriosa. Cada uno es tentado cuando de sus propios malos deseos es atraído y seducido.

El ser tentado no es pecado, pues como Pedro dice:

...a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas y tentaciones por un tiempo, sepan que el oro, aunque perecedero, se purifica al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser purificada por las pruebas y tentaciones demostrarán que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele (1 Pedro 1:6-7).

Debemos considerarnos muertos al pecado. Los malos deseos combaten en nuestros miembros, y por el simple hecho de no considerarnos muertos al pecado, vamos a caer en pecados y problemas.

Tenemos que considerarnos muertos al pecado – muertos a los deseos – y resistir activamente al pecado, tan pronto como nos demos cuenta de ello.

Aqui el punto es fe, tu declaras, pones tu esfuerzo y Dios hace su parte, la cual es sobrenatural y es la que rompe cadenas de pecado y maldicion en tu vida.

Jesús vino para deshacer las obras del diablo. Estas obras las destruyó venciendo en cada una de las tentaciones que se le presentaron, por medio del Espíritu eterno que moraba en Él.

En este camino Él sufrió la muerte en la carne, sufrió cuando fue tentado, pero a cambio fue vivificado en el Espíritu.

En nuestro camino como hijos de Dios, mientras peleamos la buena batalla de la fe contra los deseos en nuestros miembros, tenemos a Jesucristo como nuestro fiel Sumo Sacerdote, ya que Él mismo fue tentado y por eso puede socorrer a los que son tentados.

Solamente los que están crucificados con Cristo experimentan la batalla y su victoria. Nadie más puede llegar a ser una sola carne con Él, ni tomar parte de Su sufrimiento y Su gloria.

Este es un gran misterio: El esposo y la esposa – Cristo y la iglesia – una sola carne.

Romanos 6:12

No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias

Amen

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